Lo he visto con mis propios ojos. Después de horas y horas no me queda ya ninguna duda. La voluntad perdida entre mares de propaganda, mentiras y excusas está renaciendo en el pecho de cada español y española. La confusión pacientemente sembrada desde muchos entronizados lugares de poder se está desvaneciendo. El egoísmo y el individualismo con el que nos han intentado dividir desde que venimos a este mundo está dejando paso a un solo latir, un solo grito, un solo ser. El sinsentido la la violencia que nos hace vivir en un abuso constante de los que estamos aquí y de los que están allá está siendo cuestionada para nuestro beneficio y el suyo.


Se levantan amaneceres que brillan de otra manera. Atrás está quedando la pasividad de quien que en nada se metía si no afectaba al sofá de su casa, de quien que no se cuestionaba la palabra de su político, del experto, del líder. Estamos sacando el cuchillo que ayudamos a hincar en las carnes de aquellos a los que convertimos en débiles: inmigrantes, mujeres, trabajadores, minorías oprimidas y mayorías adormecidas. Ésta marea no puede ser detenida, porque es una marea viva, una marea consciente, una marea que sabe de donde viene y a donde quiere ir, una marea que barrera aquello que obstruye su paso y que al llegar a su objetivo regará los campos de un futuro mejor, un mañana que no condena a nuestros hijos e hijas, que nos promete solidaridad, desarrollo, alimentación, convivencia y paz. Después de la noche siempre viene el día y el crepúsculo que han impuesto en nuestros corazones está siendo levantado por cada uno y cada una de los que estamos aquí y ayudamos a que otro en algún lugar levante el suyo.


Por cada palabra que se levanta contra nosotros, contra quienes aman más que grita, aunque pasemos tardes enteras gritando, surge diez apoyos más por la incoherencia de sus críticas, ante el hecho de que sus mentiras ya no pueden andar más lejos. Pero aún así no los odiamos ni los repudiaremos. En su libertad han decidido vivir en el miedo, en jerarquías de sumisión y en la confusión y no hay nadie que sea más afectado que ellos y ellas, pues son ellos los que no logran sentir el calor y el bienestar de formar parte de algo más grande que ellos, que traerá una nueva era.

Una era en la que no habrá esperanza, porque nada habrá nada que esperar, porque cada uno y cada una construirá con la ayuda de los demás su propio camino. Un tiempo en el que no tendremos que desconectar nuestra ética y nuestra moral cuando compremos y veamos el telediario, en que sabremos que cuando nuestros niños y niñas vayan a la escuela y la universidad serán formados integralmente en la pluralidad, la responsabilidad y en la libertad de sus propias creencias.


Es el momento, un momento que con orgullo quedará marcado en los libros de historia. Hubo un tiempo en el que España fue una potencia económica y militar a la que el resto de Europa temía. Pues después de nuestro descalabro, de nuestro sometimiento a otras fuerzas, en ocasiones de dentro y otras de fuera, volveremos a ser una potencia. Pero esta vez no por el miedo y la riqueza de nuestras arcas. Seremos una potencia que tendrá nuestros almacenes llenos de alimentos, nuestras bibliotecas llenas de libros, nuestras redes informáticas llenas de cultura, nuestros cargos políticos llenos de responsabilidad y una ciudadanía llena de sensatez. Y seremos respetados porque seremos ejemplo de como vivir y hacer en los demás sin imposición alguna, llevando el bienestar allí donde quieran tenerlo, porque hermanos y hermanas, la familia humana no se acaba en la frontera de nuestro país.

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