Inundación de sexualidad y escasex de sexo
La televisión, el cine,
la publicidad y nuestra forma de vida están atiborradas de
sexualidad. Las series cautivan a sus seguidores con actores y
actrices que les hacen fantasear. Las películas atraen a las
adolescentes con vampiros y hombres lobos que se pasan más tiempo
haciendo flexiones que cazando. Los anuncios nos aseguran que
comprando ciertos coches tendremos un pivonazo en el asiento del
copiloto. Gastamos horas en el gimnasio para lucirnos con las prendas
adecuadas. Lo cotidiano en general está sometida una tensión sexual
implícita y mal reprimida.
Uno de los instintos
naturales del ser humano, por ser barrido bajo la alfombra como si
fuese polvo, salta en el ambiente cada vez que alguien la pisa. Por
gorda y cara que sea la alfombra, tapar algo que pertenece al
carácter más puro de los animales que somos solo da lugar a
malestares y trastornos. Las religiones y el romanticismo son las
chinches más gordas que pican a este perro. Por un lado el mensaje
del pecado, del alma que se mancilla y la conversión en un condenado
a los ojos de la divinidad. Por otro el puritanismo disney, esa
ideología de la pareja tradicional y el sexo procreativo que nos
muerde la nuca cada vez que nuestra mano se dirige a las inglés
propias o ajenas.
Definir en la mente de la
sociedad que el sexo es más que nada la penetración es uno de
logros más notables de estas queridas chinches. El sexo va mucho más
allá. La sexualidad está en las caricias, en los besos, en los
roces, en las miradas, en la imaginación, en la forma de vestir, en
el mismo deseo que todavía no se ha expresado. El sexo puede ser
agradable o desagradable, premeditado o espontaneo, privado o
público, con uno mismo o con otros, honesto o tracionero, con
penetración o sin penetración, con ropa o sin ella, limpio o sucio
(si se hace bien). Pero en su raíz más pura es un intercambio
íntimo entre personas y una necesidad natural del organismo. A donde
lo lleve cada cual depende de como se lo plantee y nada más.
Pero pese a esto, la
sociedad reprime la sexualidad en su forma más cierta y propia, el
encuentro sexual entre las personas, mientras que premia una obsesión
retorcida, indirecta e insana hacia la misma. Las calles pueden tener
carteles de hombres en calzoncillos que podría rallar queso en sus
abdominales y de mujeres en sujetador con turgencias suficientes como
para no necesitar airbags. Las creencias populares pueden hacerte
creer que, como decían los griegos, los bello es lo mismo que lo
bueno y lo justo. Las series y películas te dirán que en el mundo
solo hay humanos esculturales y que esos son siempre los que
triunfan. También te darán a entender que tu prestigio y valor como
humano se define en cierta medida por el atractivo de la pareja que
encuentres. Te harán participar en ritos sociales e ir a sitios en
los que lo importante es rodearte de gente sexualmente apetecible.
Pero también te dirán que te contengas, que te guardes y que si
quieres conservar tu honra, tu pasión se debe quedar solo para una
posible pareja.
Cualquiera sabe, que si a
una manguera que tiene un nudo le metes agua, más pronto que tarde
revienta por algún lado. Y precisamente, como manguera con muchos
nudos es como podríamos ver a la humanidad. Y uno de los más gordos
es justamente el de la sexualidad. Tus deseos jamás deben
presentarse en bruto, siempre tienen que estar refinado, emparedado
en una excusa que le resulte tragable al discurso estándar. Tu
libido contenida solo se podrá expresar hacia quienes hayas dibujado
como especiales, ya sea por ser una posible pareja, porque las
circunstancias fueron espectaculares o porque la persona lo es en si.
Y de aquí encontramos las parejas infelices, los desengaños
amorosos, el sexo imprudente, la sexualidad frívola y un sinfín de
dramas innecesarios. La expresión de tu sexualidad tiene que ser más
retraída que una mujer victoriana si no quieres recibir apodos e
insultos de quienes lo que realmente necesitan es hacer algo
parecido. Quienes no lo necesitan y son mínimamente prudentes
estarán contentos con su camino y no necesitaran confirmarse
menospreciando al resto. Si no, hablarán de promiscuidad como algo
negativo, sospecharán venéreas donde no las hay y harán juicio de
valor sobre frialdad y abuso. Usarán la bandera del respeto, como si
el sexo fuese un insulto a la dignidad, cuando precisamente es una de
las formas de entrega más apasionadas, directas e intimas que
existen si se usa. Tanto el puritanismo castrante y como el hedonismo
nihilista son perspectivas que aborrecer.
Nos empujan a vivir
nuestra sexualidad de forma abreviada, sin erotismo ni profundidad.
Se acusa de basto a quien quiere ser libre en su sexualidad,
mientras que nos dan una forma de vivir el sexo pornográfica,
descafeinada y reproductiva. Encasillada, encorsetada en clichés y
mentiras. Nos condenan a que deseemos lo que nos dicen que debemos
desear mientras que a la vez nos prohíben alcanzarlo. Ante esto solo
hay una opción, "Don't dream it be it", como dicen en "The
Rocky Horror Picture Show". Conoce tu sexualidad, explórala y
expándela, libérala de prejuicios y edictos alienantes y compártela
con el resto de forma íntima desde la más profunda sinceridad y
honestidad.
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