La mala costumbre de usar "amigo/a"
En ocasiones solemos usar
las palabras sin atender muy bien a que queremos decir con ellas. Lo
malo es que ésta definen, categorizan y crean expectativas. Si
conozco a una persona e indistintamente uso amigo, colega, compañero,
conocido, con frecuencia nos encontraremos con conflictos originados
por esperar o que esperen algo que no se corresponde a lo que ocurre.
Parece que por simpatía y comodidad social, usamos amigo para
cualquier persona por la que sintamos cierto afecto. Parece que un
par de cervezas, encuentros o conversaciones convierten la relación
en "amistad". Obviamente, la atribución del termino
dependerá de cada persona, pero lo más probable es que se produzcan
malentendidos.
De una amistad esperamos
atención mutua, intimidad, constancia, cariño y cuidados. Es
fácilmente imaginable que poner esas expectativas en una persona a
la que no se conoce lo suficiente va a provocar confusiones y
malestares. De hecho, seguramente le hará sentirse presionada y
alejarse. Sentir respeto, admiración o interés por alguien no crea
una amistad. Por mucho que la persona nos fascine, la altura de
nuestro afecto no la convierte en intima. Normalmente, incluso
colocamos en la otra persona responsabilidades o "devoluciones
de interés y afecto" que la persona ni si quiera sabe que
queremos que asuma.
El uso indiscriminado de
esta palabra acaba generando una profunda insatisfacción y sensación
de soledad. Presuponiendo que estamos rodeados de amigos y amigas
creemos que esa parcela está cubierta y satisfecha. Como realmente
no trabajamos en ella, no se llegan a producir los actos de
vinculación y apoyo que nos son tan necesarios y que subyacen a la
amistad. De hecho, la verdadera amistad nos pone en fuga, ya que
supone un esfuerzo por abrirse hacia otra persona y poner interés en
conocerla y cuidarla. Flexibilizar nuestros hábitos, formas de ocio,
costumbres y perspectivas nos produce una inseguridad que en muchas
veces vence la prudencia y la tolerancia que se hace imprescindible
en una amistad. Otras conductas periféricas de la conducta
tradicional, como es el abandono de los círculos sociales cuando se
encuentra pareja, supone otra dificultad añadida a la obtención y
mantenimiento de amistades.
Todas las personas
necesitan de la interacción social, ya que nuestra naturaleza
gregaria y cultural lo pide a gritos. Fomentar las amistades desde el
respeto al tipo de interés que tiene la otra persona en nosotros/as
y enfocándonos de forma honesta a lo que queremos de ella, nos
abrirá la vida a una relaciones interpersonales sanas y fructíferas.
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