Sermón del Juicio

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Ay de vosotros, ay de vosotros que vivís la vida sin vivirla, que ponéis gruesas vendas sobre vuestros ojos y no queréis conocer de donde venís y a donde vais, porque así camináis perdidos hasta el fin de vuestros días.

Ay de todo aquel y aquella que en el camino se ha desorientado y va a oscuras, siguiendo una luz al fondo del camino que desconocen, pues esa trémula luminiscencia no es más que un cebo traidor, como el de las bestias submarinas que atraen a las presas a su boca.

Ay del que elige expulsar la verdad de sus ojos y la piedad de su corazón por no temer las tragedias del día, pues mañana volverán con redobladas fuerzas y entre llantos y rechinar de dientes dirán “No los vi venir”.

Ay del que retoza en el descontento mientras se baña en oro, pues vive sin saberlo del robo del pobre, quitándole hasta el derecho a la queja.


Benditos sean los que deciden poner sus ojos en el camino y toman su senda, pues de ellos será su vida y traerán regocijo a los perdidos.

Bienaventurados los que trabajan para si y para los otros y no dejan que sus sentidos sean engañados por las ofertas y los anuncios de los que quieren su extravío.

Sabios son aquellos y aquellas que tantean y avanzan con prudencia, pues por ellos serán las ciudades seguras y los reinos fuertes y con su bondad permitirán el desarrollo de mil almas.

Gloria a los que se restan gloria en su obra para repartirla entre los otros, pues ellos serán llamados líderes y amigos de los suyos y con sus acciones garantizan el bien de todos.

Grande el que desde atrás actúa y quita las piedras del avance de sus hermanos y hermanas, pues no hay mayor poder que el de aquel que pudiendo grandes cosas no se exhibe y hace lo suficiente para que los demás puedan continuar.


Pobre del poderoso, del rico, del que tiene fama y honores, que recostado en el palanquín y llevado por otros y rodeado de hojas de palma no llega a ver el abismo al que se acerca.

Lamentos por el traidor y el mentiroso, porque con su red de quimeras solo se aleja más del mundo y el corazón de los que le rodean.

Desgraciado del que divide y crea perfidia para garantizar su hegemonía, pues en toda la altitud de su gran trono se encuentra tan solo como los picos de las montañas.

Tristes aquellos que someten y oprimen las libertades, promulgan malas normas y desprecian a otros, porque tras sus terribles obras se encuentran corazones débiles y dolidos con el mundo.

Graves los lamentos por los que desean mal y sumisión para el resto, pues se acerca la Hora del Juicio de las Acciones y los Corazones, y serán estos los que despojados de la gema y el armiño descubrirán la pobreza de su alma y la soledad de su malicia.

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