Transpocalipsis Now

 

Empecemos por poner contexto, que puede que haga falta para más adelante: soy una mujer trans no binaria. Mujer por identidad y no binaria por expresión. Dicho de otra forma, poco vas a saber que soy mujer si no te lo digo. No pone fácil el tema de la disforia, pero tampoco creo que sea más fácil el tener que ajustarte a una imagen cis y binaria. Mucho amor y billetes caídos del cielo a todas las personas que toman ese camino, porque es muy duro y merecen todo el apoyo que necesiten. Una vez expresado esto, creo que ciertos furores coléricos se pueden calmar antes de quemarme en la parrilla por lo que voy a expresar.


El sexo biológico se categoriza mal y, además, no se puede cambiar. Antes de seguir y de que se genero un malestar innecesario, el sexo solo debería de tener importancia como una variable sanitaria, por aquello de reflejar los rasgos orgánicos. El peso social debería estar volcado en una versión del género (que básicamente es una etiqueta descriptiva, instructiva y relacional) revisado, plural e igualitario. Continuando con el tema del sexo, este se ha visto reducido a la exigencia de apariencia y funcionalidad de los libros de Conocimiento del Medio de los institutos. Cualquiera que haya estudiado algo de biología sabrá que la configuración orgánica de una persona es algo altamente complejo en el que confluyen una cantidad de variables inmensas. Reducirlo a los genitales empobrece la comprensión de los cuerpos humanos, su funcionamiento y la amplísima variedad de ellos que hay, privilegiando y canonizando a una norma concreta y escasa y condenando a la desviación y el trastorno a todo lo demás, que son la mayoría. No es casualidad que en nuestra especie la cuestión del sexo y el género sean tan importantes. El sexo implica reproducción y la reproducción implica recursos producidos y consumidos, por lo que las sociedades lo ha gestionado de forma que pueda integrarse en sus entornos, con diverso grado de éxito. Controlar la sexualidad y por lo tanto la reproducción también implica quienes tienen hijos, cuantos y como, por lo tanto la población y la mano de obra. Y aquí es donde el género, como herramienta opresiva, se incorpora a una lectura pobre y binarista del sexo biológico, a través de la mala asociación de procesos y eventos. Por un lado, hembra, mujer, vagina, parto, cuidados, ciclos, inestabilidad y servicio, y por otro, varón, hombre, pene, fecundación, fuerza, continuidad, estabilidad y mando. La antropología nos muestra que la diferencia entre personas con genitalidades distintas (y asumidas como opuestas) no son tan grandes como las que se van generando y acumulando con el desarrollo de la cultura, atribuyendo a cada grupo funciones y rasgos biopsicosociales distintos cada vez más monolíticos y cerrados.


Digo genitalidades distintas porque el asunto intersex, por mucho que haya personas convencidas de lo contrario, no es nuevo si no consustancial y natural en nuestra especie y otras. Y ya aquí deberíamos de darnos cuenta que algo falla con la construcción del manual de Conocimiento del Medio. Cada cuerpo se genera a través de unas series de variables genéticas, hormonales, relacionales, económicas, etc, distintas y allí donde se producen diferencia se van generando estas corporalidades distintas. Centrarnos exclusivamente en la cuestión genital para dar nombres, designar comportamientos y apariencias no es la herramienta de análisis más fina. Se puede ver en la construcción puramente binarista como la inmensa mayoría de gente no es que encaje demasiado bien en su categoría de hombre o mujer designadas al nacer. La cantidad de pelo, la altura, la anchura, la fuerza, la voz, musculatura, rudeza de movimiento, gusto estético, aficiones... son de esa plétora de rasgos personales que desvían a todes de ese binarismo que empareja sexo/género como si fuese ley natural. Por el momento, la visión del sexo de Marvin Harris es la que más me convence, planteando que como realidad biológica se podrían configurar cinco sexos, en base a la base orgánica genértica, hormonal y genital de cada cuerpo: hombre, hombre intersex, intersex, mujer intersex y mujer. Para mi gusto, sustituyo hombre/mujer, por la lectura de género que se le pueda dar, por varón/hembra que designaría mejor exclusivamente ese nivel orgánico. Para modificar eso, sería necesario que hacer una reconstrucción estructural y funcional del cuerpo que implicaría desde las hormonas al código genético, pasando por la apariencia más externa. Por el momento, la genética no se puede tocar mucho, ni tampoco se puede hacer autónomos según que cambios hormonales. Esto no invalida para mi que alguien quiera modificar, alterar o lo que sea cualquiera de estos rasgos que la medicina y el maquillaje nos permita modificar. Soy bastante extrema en este punto, si alguien quiere dos brazos más o alas de mariposa, no voy a ser yo quien lo discuta de base. La vida tiene más de fantasía e interpretación de lo que queremos asumir normalmente, así que cada cual que viva en el personaje que tiene que ser.


Si entramos en el tema del género, se puede decir mucho, pero a la vez podemos decir que no es nada. Es un yugo, una imposición que nos ha venido dada por el devenir de la historia y falta de deseos de igualdad. Una idea que posee a los cuerpos de las personas cuando la vivimos y nuestros ojos cuando la miramos, obligando a lo que viene a ser como una lluvia de distintas e infinita de gotas en dos sucios caños torrenciales e indistinguibles. Pero a la vez una realidad sustancial de nuestras vidas que no podemos ni debemos ignorar. Y aquí es donde me tiembla el pulso, porque dentro de lo que dice nuestra azote personal, nuestro Claude Frollo casado con Matthew Hopkins, nuestra Joker para un Batman, Lady Santa Lidia Falcón del Más Elevado y Blanco Feminismo, me parece que lleva la razón. No es un ejercicio fácil darle la razón en algo a una persona que activamente nos ha querido hacer desaparecer o domar, pero cuando dice que las trans queremos perpetuar los roles de género tradicionales y perniciosos, en más de un sentido y situación es cierto.


Cada vez que una chica trans comprensiblemente hundida, doblada y redefinida por el patriarcado del mundo decide ser "como deber ser una mujer" en lugar de "ser como me sale del coño con el que no nací aunque no lo tenga", un poco de la libertad de todas (incluso todes) se resiente. Pero culpar a las personas que están en esa situación tampoco es que me parezca razonable. Creo que todes nos hemos camaleonizada muy a nuestro pesar, incluso con deterioro de salud física y mental, para poder sobrevivir, sea con consciencia de que lo hacíamos o no. Y nueva aclaración, que el tema es sensible, no creo que en ningún momento el problema sea hormonarse, operarse, maquillarse o llevar falda, si no más bien en la necesidad impuesta de encajar en un molde para recabar aprobación, llegando al punto de acomodarse en cualquier privilegio alcanzado. No hablo de una Carla Antonelli ni de una Mar Cambrollé que nos cuidan el culo, ni si quiera de una Veneno que no luchó por nadie y era tránsfoba, pero que se operó lo que quiso y lo que no, no y que nos explicó que es ser tan valiente como insconsciente de forma práctica. Hablo de las que olvidan de donde venimos como idea de mujeres, que somos todas a las que trabajando desde las sombras, el desprecio y el anonimato se nos obligó a hacer que todo prosperara y que ahora salimos de ahí para reclamarnos nosotras en cualquiera de nuestras formas y funciones. Me refiero a aquellas que miran a otros colectivos y a otras "rarezas sociales" con desprecio reclamándose ser las únicas víctimas mientras que anhelan que un marido viril y cishetero sea su media naranja. Es muy como ser trans de Vox, pero sin embargo es una caricatura viva y real que una llega a encontrar incluso en el activismo. Vamos, como pasa con las activistas feministas cishetero que hacen exactamente lo mismo y van repartiendo lecciones y carneses y hablan de los otros hombres como "aliados" a los que vigilar, teniendo el lobo en casa.


Quizás deberíamos revisar un poco como manejamos según que realidades conceptuales y biológicas, de forma que la exigencia que hay sobre nosotres desaparezca. Las operadas y las no operadas, las hormonadas y las no hormonadas, las trans y las cis, compartimos una experiencia común y poco expresable que es la de ser mujer, pero que en base a otros rasgos se complejiza y enraíza en la situación vital de cada cual. Deberíamos dejar la competición subterránea que tenemos acerca de quién sufre y merece más, para que pase a ser un estudio y comprensión sobre eso mismo.

Las mezcla de variables hace que una mujer racializada, guapa, adinerada y con formación esté mejor posicionada que un hombre blanco feo, pobre y sin formación, cuando ser una persona racializada y mujer, en general, te pone en lo más bajo de la escala social en occidente. Por eso creo que deberíamos pasar de las visiones estereotípicas a unas vivenciales, centradas en la asistencia y la justicia, en lugar del autoblindaje y la jerarquización. Siempre con una actitud que facilite a cada cual una expresión vital ajustada a quien realmente es, dándole las herramientas y medios para que lo consiga y que le pare los pies a quienes les molesta la diversidad en cualquiera de sus formas. Y recordemos, esto siempre nos abriría una (falsa) paradoja, no se permite aquello que limita a quien no daña, por lo tanto, siempre hay un límite en toda esta ilimitación. Como dijo Alan Grant, "la vida siempre se abre camino" y nadie puede ni debe detenerla. Y quienes lo intentan aprenden que no pueden, como Sylvanas Brisaveloz.


Y pese a to esto, una se va a tramitar los papeles para que en el DNI diga: "Sexo: Mujer", cuando lo que yo diría sería como Austin Powers: "Mucho, por favor". En la vida a veces es difícil conciliar las posiciones éticas y metafísicas con las sociedad y la burocracia, pero por lo menos estarán obligados legalmente a tratarme de ella. Y eso, con mis barbas, vaqueros y pelos del pecho, es toda una victoria, se mire como se mire.

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